Que el destino de una persona esté ligado al devenir de sus ancestros, es un concepto presente desde la antigüedad en múltiples tradiciones, sin embargo este se desvaneció en el mundo occidental con el nacimiento en el siglo XVII del pensamiento científico que trajo aparejada una visión del sujeto disociado de su entorno y que derivó en el campo de lo psíquico en una psicología centrada en el individuo.
Solamente en la segunda mitad del siglo XX esta cosmovisión comenzaría a transformarse con el advenimiento de la Teoría General de Sistemas que retraerería nuevamente la mirada desde el individuo a una reformulación que lo sitúa como expresión de un sistema mayor de pertenencia. Este cambio de perspectiva permearía la naciente Terapia Familiar , manifestándose en nuevos abordajes como es el caso de Virginia Satir quien desarrolla la técnica de las esculturas familiares, modalidad estática de escenificación, que intenta develar el aspecto sintomático de una familia y que en relación a las Constelaciones Familiares representa una fase embrionaria que logra su desarrollo especifico, al descongelar Bert Hellinger a los representantes de la escultura para a través de una modalidad fenomenológica (Edmund Husserl) , es decir en el reconocimiento sin preconceptos sobre lo que ahí se despliega , diagnosticar las dinámicas que originan al síntoma e intervenir en el reordenamiento del sistema. Un cuarto afluente que va configurando esta mirada terapéutica, alude a una etiología transgeneracional , es decir, a la repetición de algo traumático que la persona encarna como expresión de lo no resuelto en las generaciones que la preceden.
Este cambio paradigmático sobre la etiología de ciertos síntomas , encuentra unas primeras luces en el psicoanálisis (Sigmund Freud, Nicolás Abraham) , para luego irse posicionando en la terapia sistémica familiar mediante la Escuela Multigeneracional de Ivan Boszormenyi Nagy a través del concepto de lealtades invisibles y los posteriores aportes de varias corrientes psicológicas. Este contexto del cual Bert Hellinger se nutre para desarrollar su forma terapéutica de las Constelaciones Familiares, lo llevará a su conceptualización del Alma Familiar y de los Ordenes del Amor, para identificar lo que sostiene el bienestar y entender la raíz del sufrimiento como expresión de un amor inconsciente que intenta reparar lo irresoluto en el propio sistema, incluso a costa de la vida de quien lo sufre.
Las Constelaciones Familiares, como expresión del recorrido personal y terapéutico de Hellinger, han ido transformándose desde sus primeras formulaciones de los años 80, próximas a un enfoque psicoterapéutico, a una visión filosófica que toca la profundidad de la vida y los alcances de la ayuda. Este desarrollo vinculado a sus nuevas comprensiones, también se ha traducido en cambios metodológicos, así de las configuraciones iniciales de las familias, se dio paso a los Movimientos del Alma , para derivar actualmente en los Movimientos del Espíritu y encontrar en lo formulativo la denominación de Hellinger Sciencia como marco explicativo de los órdenes que regulan las relaciones humanas.
A partir de su trabajo, algunos de sus seguidores fueron desarrollando nuevos enfoques que incorporan sus propios aportes , muchos de los cuales pueden ser agrupados bajo el paragua conceptual de constelaciones sistémicas.